Noelia & Jazmín

Ver mi nombre entre tus mails va a ser como un unicornio viajando en colectivo. Dos años sin tener contacto son mucho tiempo pero 730 días en una vida representan solo una pequeña parte del todo.

The Chainsmokers tienen en su haber “Closer” que es una canción que me vuela la peluca y cuenta sobre una pareja que se reencuentra después de cuatro años. Hay una oración en el estribillo que dice: “Bite that tattoo on your shoulder” y el tatuaje, los algoritmos aleatorios mentales y la melancolía me dejan directamente en tu estación.

Siempre me pregunté qué suerte había corrido el tatuaje que nos hicimos cuando creíamos que éramos para siempre. ¿Te lo tapaste? ¿Te lo sacaste?
Quizás estas preguntas estén totalmente demás, pero qué sé yo, se me cruzan por el pensamiento. Stalkearte es imposible porque todo es tan privado que da miedo, o peor, intriga.

Para ser justa con la causa, te cuento que mi grulla de origami sigue intacta pero con la tinta un poco gastada, quizás como yo. La cara interna del brazo se hace más blandita al tiempo que el dibujo se establece para quedarse. No sé, me gusta el diseño, me gusta lo que representa. Mis amigas me pidieron que me lo cubra pero yo no siento la necesidad de hacerlo. Hasta le pregunté a la psicóloga si esto representaba un duelo flojo de papeles, pero me explicó que el tatuaje no suma ni resta a la hora de superar, que conservarlo es más inofensivo que preocupante.

Hasta hace poco estuve saliendo como una chica que insistía con que me lo saque, y un poco bajo presión le pedí un turno a la tatuadora. Para cuando llegó el día y la hora, la relación se había disuelto, no así la tinta. Me terminé haciendo un caracol estilo acuarela en el pie, un hermosor.

Bueno, nada, eso, todo, mucho, qué sé yo.
Te mando un beso grande.
Jaz.


Hola. Me obligaste a coquetear con un paro cardíaco. Qué loco leer tu nombre completo. Tu nombre que tiene muchas letras y siempre que quería mandar un mensaje a otra persona me aparecías como posible destinataria así que tuve que reemplazarlo por iniciales que dicen casi nada.

Pasó mucho tiempo, y yo no puedo ponernos como una rayita perpendicular a una línea cronológica de tu vida o la mía. Es mucho tiempo y punto. Mi tatuaje sigue como la última vez que lo viste porque le retoqué las líneas. Todo el resto quizá no. Estuve saliendo con un pibe y a continuación una intención de descomprimir lo recién escrito: (!), y bien. Terminamos, por más desamorado que suene, porque vivíamos lejos del otro y siempre nos daba flaca movilizarnos; y el tiempo juntos no terminaba de compensar. Las historias de relleno no son épicas pero sí necesarias para sobrevivir. Así que más les vale la cuota de simpatía. Después algunas chicas con las que lo en común era tan forzado que a las dos preguntas se desmoronaba.

Conquisté la difícil tarea de extrañarte sólo cuando algo me hace acordar a vos.

Ahora estoy sola y muy bien. Me levanto temprano, ordeno, hago yoga con unos tutoriales de una australiana que está muy linda, leo, vengo bien en el laburo. Toda esa pantalla de felicidad que muestran las publicidades cuando usás equis marca de toallita. Nos queda pendiente la batalla de comentarles a los publicistas que una no tiene particulares ganas de saltar, empezar comedia musical o hacer las compras del semestre cuando está indispuesta.

Respecto de tu tatuaje, hacé lo que vos quieras. Digo, vamos, es un puto tatuaje. Fuimos más que eso. Podés tapártelo y no es que me voy a esfumar de la faz de la Tierra.

Hacé lo que vos quieras, no lo que piensen tus amigas que es mejor o lo que una pareja lea como algo inconcluso.

Pasaron dos años desde la conclusión. Y es un puto tatuaje.


No te voy a mentir, saber que tu tatuaje sigue en pie me dibujó una sonrisa en la cara. La grullas se emparejan de por vida, nosotras no volamos con la misma suerte.

Me encanta leerte y sobre todo que estés concretando mi imposible: estar sola y bien. Me cuesta horrores. No es que no pueda, pero parece que necesitara tener siempre una conversación reciente con alguien para poder estar en “calma”. La chica que sea, no importa la procedencia, no importa el vínculo, ni siquiera importa el no haberla conocido en persona. Todo es tan volátil como intrascendente y necesario.

Me pongo a ver una serie y a los cinco minutos agarro el celular y le escribo a alguien, lo mismo si leo un libro. Si cocino, tengo que subir una foto. Comparto en el grupo de amigas cada noticia que tengo, escribo en Twitter sobre cada paso que doy. Es como si no pudiera estar concentrada haciendo algo en soledad. Hay una angustia que me invade en el silencio y rápidamente tengo que taparla con una distracción. Me doy cuenta del conflicto pero todavía no pude solucionarlo. Dicen que darse cuenta es el primer paso.

Yo no era así y esta nueva yo me queda incómoda. Colgué la facultad y en el trabajo me tienen en la mira. Estuve viviendo con mis viejos después de la separación y subalquilé el departamento unos meses, pero ya volví. Será cuestión de encontrar el camino de vuelta pero en general.

El tatuaje se va a quedar en mi brazo izquierdo, estimo que de por vida.

No tengo más para decir o preguntar, aunque me gustaría leerte un poquito más antes de no hablar por dos años y que una inquietud propia nos encuentre menos lejos que la indiferencia pero más lejos que un abrazo.


“Todo está vivo a pesar del dolor, si seguís tatuada” no dice eso la canción pero qué puede hacer uno sino reversionar a la medida de sus problemas.

Está bien que nos escribamos sin tener lo que decirnos en tanto eso que nos digamos aunque no tengamos qué decirnos sea lindo. Y lo es. Es lindo leerte, Jaz. Pero quiero ser clara con vos: te quiero mucho, fuiste un gran amor, voy a estar siempre que me necesites, puedo ser tu contacto de emergencia con el consorcio, en el gimnasio, en el trabajo, en un papelito en la billetera; pero no tengo ganas de estar en una relación hoy. Ni con vos, que sos vos, ni con nadie.

Es difícil decir eso sin que suene a rechazo. No lo tomes así. Tampoco sé si me lo estabas insinuando. Dos años de la línea suspendida y de repente volvemos a marcar. A apretar botoncitos que estaban como trabados, juntando polvo. Quizá haya interferencia y, bueno, iremos desenredando el cable, o quedará acá, no sé.

Sos lo más. Sos LA piba. Pero estoy bien así.

Si no era por esto que me escribiste, si era por algo que no era esto, decime y te doy una mano. Contá conmigo.

Beso.


Me puse, bah, me hiciste pensar. Porque no siento una pulsión interna que me pida a gritos volver a tu abrazo, pero escribirte me fue inevitable.

Le di vueltas a la ruta de mis palabras y de cómo me sentí desde que me respondiste por primera vez, hace seis días. Hay una única conclusión: estoy más tranquila.

Creo que necesitaba saber que no te habías olvidado de mí. A veces pienso que ni te debés acordar de lo que fuimos. No me preguntes por qué, no es racional, se mezcla mi inseguridad con el paso del tiempo y la cabeza me tira error.
Por eso que me digas que todavía sigue en tu piel nuestra marca de tinta me trajo mucha alegría.

No te asustes, somos pasado y de eso no me olvido yo. Pero me calma saber que sigo ahí, no en lo literal, no en lo cotidiano, en lo que fuiste, en lo que construye lo que sos. Mis huellas no son tan livianas como para que cualquier mar se las lleve.

Todo esto es medio pavo y me da mucha vergüenza pero no me arrepiento. Es como aire, energía, un trampolín.

Espero que tengas una vida tan linda como vos.
Te quiero mucho.
Beso enorme.


Hermosa palabra trampolín.
Quizá porque rima con tu nombre. No el de las siglas, el que sí dice y un montón.

Te quiero también.
Beso.